¿El profesor ideal de inglés es un hablante nativo?
Supongamos que usted tomara la decisión de aprender un idioma en doce meses. Imagínese por un momento a sus profesores ideales. ¿Cómo son? ¿Con qué requisitos deben cumplir?
Existe un requisito muy frecuente para los profesores de idiomas a lo largo del planeta. Lo encontramos, por ejemplo, en un programa para la enseñanza de inglés en América Latina, que indica que el primero de los requerimientos para hacerse profesor es ser un “[h]ablante nativo de inglés con un nivel de español avanzado”. El portal de este programa muestra varias fotos de los hablantes nativos que constituyen el plantel de profesores. Además, repite en distintos lugares la idea de que son hablantes nativos, así que es claro que se trata de un punto importante para la institución.
Y no es importante solo para esta institución. En el libro Introducing Global Englishes, de Nicola Galloway y Heath Rose, se recogen varios anuncios para contratar profesores de inglés, y todos tienen algo en común: bien sea en Japón, Polonia o la India, los profesores deben ser hablantes nativos del inglés. En una encuesta que realizaron dos investigadores en Gran Bretaña, más del 70 % de los encuestados, que eran personas encargadas de seleccionar a profesores de inglés, indicaron que ser un hablante nativo del inglés era un requisito muy importante o medianamente importante.
Siquiera llamar la atención sobre este punto puede parecer innecesario. En últimas, ¿quién no quiere que su profesor sea un hablante nativo del idioma?
A primera vista, es una buena idea contratar a un hablante nativo para enseñar un idioma. Un componente crítico de un buen profesor de lengua es dominar el idioma, así que, al contratar a alguien que estuvo inmerso en un idioma desde la infancia, tanto la institución como el estudiante saben que la persona cumple con ese requisito. Como dice Enric Llurda, en el mercado de la enseñanza de la lengua, la expectativa de tener un hablante nativo como profesor se mantiene muy vigente.
Pero se han formulado varias críticas válidas contra este modelo en las últimas décadas. De hecho, se podría decir que en el mundo académico las críticas han llegado al punto de ebullición.
Una de las críticas principales es que un hablante nativo no es, por esa sola razón, un experto en los distintos aspectos del lenguaje que un estudiante necesita aprender. Considere todo lo que podemos hacer con un idioma: pedir un vaso de agua en un restaurante, explicar nuestra postura ante un problema social, recitar un poema, escuchar un programa radial, escribir una tesis doctoral sobre física cuántica.
Un hablante nativo puede hacer algunas de estas cosas como parte de su vida cotidiana, pero para otras requiere preparación especial. No todos los hablantes nativos con los que interactuamos en el día a día han estudiado las convenciones de una carta de negocios, por ejemplo, así que difícilmente las podrían enseñar en un salón de clases. Un hablante nativo, por muy perfecto que sea su acento, no es por eso un experto a la hora de escribir un ensayo o leer distintos tipos de textos. Muchos estudiantes necesitan aprender precisamente estas habilidades de sus profesores.
De hecho, es frecuente encontrar hablantes no nativos que cultivan estas habilidades mejor que los hablantes nativos. Cabe recordar que uno de los autores más célebres de la literatura inglesa, Joseph Conrad, tuvo su primer contacto con el inglés pasados los veinte años, como bien lo describe la profesora Alicia Pousada.
Una segunda crítica contra el paradigma del hablante nativo es que el mero hecho de que alguien sea un hablante nativo no lo convierte en un buen profesor de lengua. Esto ocurre en muchos campos: no basta con ser un experto en un asunto para saber enseñarlo. Piense en una persona que sea la mejor pateadora de tiros libres en fútbol o, en un ejemplo que da el neurocientífico David Eagleman, el mejor para detectar el género de un polluelo recién nacido. ¿Puede, por esa razón, enseñarle a otro a hacer lo mismo? Incluso si un hablante nativo es un experto en los distintos nichos de la lengua, necesita desarrollar unas habilidades específicas, como profesor, para enseñarle a otro a llegar a los niveles de competencia que necesita. Esto va más allá de sus intuiciones sobre el lenguaje, y requiere destrezas específicas.
Una tercera crítica se relaciona con la anterior, y es que los profesores que no son hablantes nativos tienen algo de lo que los nativos carecen: la experiencia de aprender ese lenguaje. Esta experiencia ayuda a proporcionar un andamiaje de reglas y patrones, al igual que consejos prácticos y hasta voces de motivación, que inspiran y dirigen los esfuerzos de los estudiantes.
En contraste, para muchos hablantes nativos, la práctica de responder dudas sobre el lenguaje es tan intuitiva que les cuesta explicar reglas subyacentes, como las que presenta muy bien Dwight Bolinger en el capítulo 4 de Language, The Loaded Weapon o como las que rigen el orden correcto de los adjetivos, un tema que provocó comentarios en Internet recientemente. Muchos hablantes nativos se molestan e incluso responden de manera hostil cuando les cuestionan sus explicaciones sobre distintos aspectos de su lenguaje; el lingüista Leonard Bloomfield describió esto hace varias décadas como una “respuesta terciaria al lenguaje”.
Finalmente, otra crítica es que los hablantes nativos no son los profesores idóneos del tipo de inglés que ciertos estudiantes necesitan. Por ejemplo, un boliviano que tenga planes de mudarse a Francia como parte de su trabajo, y requiere comunicarse allá en inglés con colegas de distintas partes del mundo, necesita un inglés muy específico, algo parecido a lo que se llama English as a Lingua Franca, o ELF. Se sabe hoy que los hablantes nativos a menudo tienen grandes limitaciones para comunicarse en ELF y más aún para preparar a otros para trabajar con ELF, como dice Jeremy Harmer en la página 20 de su libro The Practice of English Language Teaching . Un hablante no nativo puede ser un profesor mucho más eficaz para este tipo de alumnos que un hablante nativo.
Existen otras críticas que he omitido por razones de espacio, pero, luego de ver estas objeciones, es bueno volver a nuestro punto de partida: cuando pensamos en aprender un idioma, ¿mantenemos la expectativa de que un hablante nativo es el profesor ideal?
Federico Escobar Córdoba
Director de PIENSE y evaluación en inglés
College Board Puerto Rico y América Latina