Una mirada al diccionario como recurso investigativo en la sala de clases
El diccionario es un recurso importante y una herramienta fundamental en el proceso de aprendizaje y en el desarrollo de las clases de lengua de cualquier nivel académico. En muchísimas ocasiones su uso se ha restringido a la búsqueda aislada de una palabra o de su significado desconocido, a corroborar la escritura correcta o, simplemente, como herramienta para trabajar el ordenamiento alfabético. No obstante, la cantidad de información que ofrece es amplísima y los alumnos pueden beneficiarse en la medida que se elaboren ejercicios que lo integren como fuente esencial para entender la lengua y sus dimensiones.
La información contenida en el diccionario facilita el desarrollo de ejercicios que atiendan análisis de tipo lingüístico y extralingüístico. Con este recurso pueden crearse diversas estrategias metodológicas con las que se trabajen la ortología y ortografía, los procedimientos de formación de palabras (composición, derivación y acortamiento), las relaciones léxicas y semánticas (casos de polisemia, hiperonimia, hiponimia, cohiponimia, sinonimia, antonimia u homonimia), la sintaxis, la variación lingüística (variaciones contextuales, sociales, geográficas o históricas) y, consecuentemente, los diferentes niveles de significación que traen consigo cada una.
Todo ello se hace posible a partir de la información que aparece en el lema1 o entrada (escrito en negritas para destacar la unidad léxica consultada), seguido de la información etimológica (encerrada entre paréntesis o resaltada con algún color), la acepción o acepciones, las marcas abreviadas que informan sobre la naturaleza y el ámbito de uso de la palabra definida y de cualquier otra información complementaria según se haya precisado en la planificación del diccionario2 a consultarse.
Por ejemplo, el Diccionario de la lengua española (DLE) ilustra el artículo lexicográfico y algunas de esas marcas de la siguiente manera:
Ilustración 1. Muestra del artículo lexicográfico de la palabra estado en el DLE
Es, precisamente, con toda esa información con la que se pueden desarrollar ejercicios puntuales que inviten a reflexionar sobre la lengua. Por ejemplo, desde un punto de vista ortográfico, puede trabajarse con la información complementaria que algunos artículos lexicográficos, como el de ilustración 1, incluyen. O sea, la palabra estado se escribe con letra mayúscula cuando significa ‘país soberano’ (acepción 5) o ‘conjunto de los poderes y órganos de gobierno de un país soberano’ (acepción 7).
Por otro lado, con la información del diccionario se pueden diseñarse ejercicios que combinen criterios de análisis como el ortográfico y el léxico-semántico. Es decir, cuando se aborda el tema sobre el uso adecuado de la «z» y la «c» y cómo se distribuyen estos grafos en familias de palabras, el diccionario electrónico de la Real Academia Española posibilita el diseño de ejercicios en esta línea temática, ya que contiene filtros de búsqueda («exacta», «empieza por», «termina en» y «contiene»), con los cuales se despliega el inventario de palabras correspondientes a las indicaciones restrictivas que se hayan diseñado como parte de la consulta (véase ilustración 2).
Por lo tanto, se puede elaborar un ejercicio que incluya palabras como ajedrez, paz, luz, arroz, feliz, dulce, entre otras. Luego, con el objetivo de acceder a la lista de palabras afines, filtrarlas en una de las cuatro modalidades de búsqueda, como «empieza por» o «contiene». Finalmente, de la lista de palabras provistas por el buscador, seleccionar aquellas que estén relacionadas semánticamente y con las que se observe la distribución complementaria de estos grafos.
Ilustración 2. Muestra de las modalidades de búsqueda en el DLE
Es decir, con este tipo de ejercicio, el estudiante puede observar que ajedrecista se escribe con «c», mientras ajedrezadocon «z», lo mismo con dulce, dulcería, dulcero que se escriben con «c», mientras que endulzar, dulzura, con «z»; y así con feliz, felicidad, felicitación; arroz, arroces, arrocero; entre otras. Luego, mediante preguntas guía, puede descubrir el patrón distributivo de la «z» y la «c» entre estas familias de palabras. Finalmente, puede concluir que la «z» se emplea al final de sílaba o palabra o con las vocales a, o y u (za, zo, zu, -z), mientras que la «c» con las vocales i y e (ce, ci). Además, puede llegar a extrapolar que la formación del plural de palabras terminadas con «z» no debe considerarse una excepción ni una regla particular, sino que forman parte del proceso distributivo: luz > luces, feliz > felices; así mismo, que la secuencia gráfica ze o zi 3 no se considera legítima en las palabras patrimoniales del español.
Por otra parte, y como se explicó en el segundo párrafo, con el diccionario, también, pueden obtenerse ejercicios que atiendan el análisis morfológico. Por ejemplo, las ilustraciones 3 y 4 exhiben palabras que denotan seres sexuados4. Sin embargo, el artículo lexicográfico de cada una no se presenta de la misma manera, de modo que cualquier estudiante perspicaz pudiera preguntar por qué en oso aparece la terminación -sa y la abreviatura m. y f., mientras que en vaca no; o bien cuál sería el masculino de vaca, ya que en el artículo solo aparece la marca f.
Ilustración 3. Muestra del artículo lexicográfico de la palabra vaca en el DLE
Ilustración 4. Muestra del artículo lexicográfico de la palabra oso, sa en el DLE
Estas preguntas generarían una buena discusión sobre el tema del género de los sustantivos. Primero, porque, si se analiza el artículo lexicográfico de la palabra vaca, la duda se subsana a partir de la forma en que aparece lematizada; segundo, porque está marcada con la abreviatura f. Es decir, la propia entrada de la palabra y la marca de la categoría gramatical revelan la respuesta a las interrogantes formuladas: vaca no se lematiza como vaco, -ca porque no es un sustantivo con moción de género, sino un heterónimo, cuyo masculino posee otro radical, toro.
No sucede así con el análisis del artículo de oso, -sa (ilustración 4), ya que las marcas o indicadores presentan otro tipo de información, por lo que deberá analizarse de manera distinta al de vaca. La entrada de la voz y su lematización indican que gramaticalmente el masculino es oso y el femenino, osa. Además, la acepción recoge la marca m. y f., de modo que, a diferencia de vaca, oso,- sa no puede clasificarse como un heterónimo, sino como un sustantivo con moción de género.
Como puede observarse, el diccionario aporta un contenido muy valioso para la incorporación de este tipo de análisis. Cada uno de los indicadores presentados estimularía la creación de ejercicios que ayuden a profundizar en este y otros temas. El nivel de complejidad, análisis e interpretación de los indicadores o marcas del artículo lexicográfico les permitirá a los estudiantes, por ejemplo, reflexionar sobre casos como yerno y nuera, caballo y yegua; en otros más complejos como jirafa, avispa, hormiga, perdiz, y en otros aún más como el caso/ la casa, la capital/ el capital, el pez/ la pez, entre otros.
En definitiva, con todo lo expuesto en este breve artículo, se pretende destacar que cada vez que se emplee el diccionario en la sala de clases, no se utilice exclusivamente para buscar el significado aleatorio de algunas palabras ni para practicar el orden alfabético, sino que vaya atado a una discusión profunda con planteamiento de hipótesis, preguntas guía, análisis de datos, conclusiones y la incorporación apropiada de las palabras en el discurso oral y escrito. Pues, simultáneamente, este tipo de dinámicas consigue ampliar el bagaje léxico y proveer criterios de uso para cada palabra según la situación comunicativa en la que se quiera emplear.
Este y otros ejemplos, que se presentarán en publicaciones posteriores, conseguirían, con toda seguridad, el desarrollo de destrezas investigativas, el uso adecuado de las referencias lingüísticas (en este caso el del diccionario) y, en consecuencia, buenos usuarios del idioma. Y es este y no otro, el verdadero objetivo que debe plantearse todo aquel que enseñe lengua (Hernández, 1991).
Carla M. Mojica De León, Ph. D.
Especialista de Español
College Board Puerto Rico y América Latina
Referencias:
Alvar Ezquerra, M. (2003). La enseñanza del léxico y el uso del diccionario. Madrid: Arco Libros.
Asociación de Academias de le Lengua Española y Real Academia Española. (2009). Nueva gramática de la lengua española.Madrid: Espasa.
Asociación de Academias de la Lengua Española y Real Academia Española. (2010). Ortografía de la lengua española. Madrid: Espasa.
Asociación de Academias de la Lengua Española y Real Academia Española. (2013). Diccionario de la lengua española. Madrid: Espasa.
Gutiérrez Ordóñez, S. (1981). Lingüística y semántica. Oviedo: Publicaciones de la Universidad de Oviedo.
Hernández, H. (1991). De la teoría lexicográfica al uso del diccionario: el diccionario en el aula. III Congreso Nacional de la ASELE (págs. 189-200). Málaga: ASELE.
Maldonado, C. (2008). El uso del diccionario en el aula. Madrid: Arco Libros.
Prado Aragonés, J. (2005). Estrategias y actividades para el uso del diccionario en el aula. Káñina, Revista de Artes y Letras de Universidad de Costa Rica, XXIX, 53-71.
1En este contexto se emplea con el sentido de la séptima acepción del Diccionario de la lengua española (DLE)
2Para efectos de este artículo, se empleó como referencia el Diccionario de la lengua española (DLE). No obstante, se recomienda la lectura del prólogo o la guía del diccionario que se vaya a consultar. De esa manera queda claro cómo debe analizarse e interpretarse el artículo lexicográfico.
3Las palabras que se escriben con ze, zi suelen ser extranjerismos que han entrado a la lengua por vías variadas. Por ejemplo, del japonés se tiene kamikaze, zen; del alemán, nazi; del griego, zeína; entre otras.
4Debe aclararse que, aunque se esté ante seres sexuados, no debe confundirse el género con el sexo. Por ello, más adelante se sugiere la inclusión de seres sexuados clasificados gramaticalmente como epicenos.